Hace un año todo parecía mentira. Recibíamos el invierno en manga corta porque nos visitaba con sol de mayo. El Gobierno por fin se creía gobierno y formaba gobierno antes de ir a unas terceras elecciones que nos hubieran dejado definitivamente en el frenopático.
Del mundo llegaban noticias de muertes y virus, pero el mundo quedaba tan lejos… Nuestra sanidad, desmantelada por el afán de lucro de unos pocos, no parecía preocupar a nadie.
Gobernantes idos, trastornados, se reían con risitas nerviosas y los ojos fuera de sus órbitas ante el suculento manjar que nuestras raspas aún les prometían. De repente el mundo quedaba tan lejos como Italia. Una gripecilla común. Madrid era una fiesta a la que los aguafiestas no estaban invitados.
Nadie supo cómo ni por qué nuestro orgullo patrio no bastaba para contener al virus y empezamos a caer como moscas. Algo habríamos hecho. Los mayores eran mayores. La sanidad hecha trizas. Ah, este valle de lágrimas. Aquí era el llanto y el crujir de dientes. Y salíamos a los balcones a aplaudir mientras se nos secaban los ánimos y las ganas.
¡Los artistas, quién iba a decirlo!
Entonces, unos pocos de entre los pocos, artistas, ¡los malditos artistas!, decidimos decidirnos a decir algo. «Salva lo público» , dijimos aunando nuestras diversas procedencias con nuestros pinceles, nuestros lápices, nuestros ordenadores y nuestros buriles.
Y dijimos que los que estaban desnudos no eran ni el rey ni la emperatriz de Madriz. Desnudas estaban la sanidad y la educación públicas, la investigación científica y nuestros recursos sociales de protección y de cuidados. Para entonces ya hacía frío y llovía. Abril era el mes más cruel y del aterimiento de lo público podíamos perecer todos.
Sin ninguna intención de ser los nuevos savonarolas ni de organizar ninguna hoguera de las vanidades, los artistas nos organizamos sin líderes y sin servidumbres para crear en nuestros talleres y apoyar la lucha del personal sanitario y de limpieza, cuando fue posible, en la calle y, siempre, en las redes sociales.
Lo hicimos con nuestras herramientas de trabajo, con entusiasmo y creatividad, con alegría a veces, otras con rabia, muchas veces con humor y siempre con amor.
Confinados, nuestra voz salió a la calle
Nuestras imágenes y mensajes se proyectaron en las noches de Barcelona y Madrid, carteles y estarcidos iluminaron los muros de los barrios y banderolas y pancartas acompañaron las movilizaciones de l@s sanitari@s.
Tuvimos voz en programas informativos de radio, televisión y mesas redondas y nos entrevistaron en revistas y medios digitales.
Los textos e imágenes cedidas por artistas fueron publicados en Espacio Público y cruzamos nuestras fronteras alojando la exposición virtual SalvaLoPúblico LoPúblicoSalva en el Instituto Cervantes de Bruselas.
Razones que cobran sentido
Ahora que el aciago año termina seguimos pensando que el arte y la cultura deben ser conscientes de la responsabilidad y del sentido social que los fundamenta y sin los cuales serían poco más que instrumentos al servicio de intereses particulares y de cálculos egoístas.
Por eso creemos que las razones que nos movieron a crear este espacio, cuyo Manifiesto hemos firmado hasta el momento más de cuatrocientos artistas, tienen hoy más sentido que nunca, cuando está en juego nada menos que cómo vamos a salir de esta crisis global, y por ello renovamos día a día nuestro compromiso con una sociedad igualitaria de ciudadanas y ciudadanos libres y solidari@s.
Colabora. Hoy, más que nunca
El trance ante el que nos encontramos, la necesaria e ineludible redefinición de los valores que como sociedad nos constituye, nos impulsa a tomar partido en favor de un fortalecimiento de los servicios públicos y de los intereses y el bienestar de la inmensa mayoría.
Seguimos queriendo salvar lo público en la certeza de que lo público es lo único que, en última instancia, podrá salvarnos.
Tú siempre puedes seguirnos en Instagram, Facebook o Twitter, mantenerte en contacto, difundir nuestra voz y participar o aportar tu ayuda.